miércoles, 2 de octubre de 2013

1. El primer dilema sobre nuestro origen

Nadie dijo que esto consistiera en hablar en pétalos de rosa sobre lo genial que es todo, aunque tampoco he oído lo contrario. Por tanto no termina de ser amargo un comienzo como el siguiente para dar el primer soplo de palabras a este espacio. No me entretengo más...

¿Cuántas son las veces que una voz, en ocasiones fuera, en ocasiones dentro de nosotros, nos dice algo así como "no olvides de dónde vienes"? ¿De verdad es tan importante recordar el origen? Pues supongo que sí. Tanto si éste nos gusta como si no. Aunque a veces se hace duro. Y sobre esto me dispongo a escribir. No es el hecho de tener siempre presente o simplemente no olvidar por completo "de dónde viene uno"; y esta vez no hablaré por todos, sino por unos cuantos.
La verdadera cuestión reside en que al final, a ciertas alturas, todos tenemos derecho a elegir precisamente si queremos olvidarnos de un origen que, en circunstancias como las que aquí describiré, puede no ser siempre un dulce recuerdo del que obtener inspiración. Más bien al contrario. Es uno de los grandes temas que vienen poblando mi cabeza en desde hace meses, y posiblemente una de las mayores determinaciones para lo que ha resultado de mis circunstancias. ¿Y en qué se traduce todo esto? Pues precisamente traducir es lo que intentaré hacer; distribuir esta gran explicación en diferentes entradas, con sus temáticas, cada una centrada en lo suyo.

Como primera tesis a lo que queda por venir en cuanto a párrafos se refiere en el futuro de este blog, me atreveré a insinuar, no sin motivos, que en numerosas ocasiones, el origen (véase pasado, punto de partida, y conjunto de circunstancias que rodearon a una persona en los años en los que su margen de maniobra en todos los sentidos era mínimo o inexistente) es más dramático de lo que uno piensa, o mejor dicho, más oscuro de lo que a uno le enseñan a percibir. No se engañe nadie pensando que "no fue para tanto", porque razonamientos tales sólo contribuirán a alejarnos de encontrar la verdadera causa a gran parte de los problemas que no se pueden resolver de un día para otro, ese frío amargo que llevamos impregnado en los huesos. Para sacarlo, tendremos que averiguar cómo ha entrado, ¿no?
Tampoco se confunda nadie interpretando las anteriores palabras como un halago a la recreación en los charcos de barro. Eso jamás. En raras ocasiones hablaré en términos absolutos o posturas radicales frente a una cuestión; siempre hay que dejar cierto espacio a la ambigüedad. En este caso concreto, lo que pretendo es precisamente manifestar que no considero que sea bueno evitar a toda costa ese charco de barro; no en un primer momento.


[pos]
Se me hace extraño no poder expresar tantas ideas como tengo ordenadas ahora mismo en una sola entrada, pero quiero dar una buena forma a estos textos. Pueden significar el comienzo de algo grande.